Lo prometí a través de una de mis stories en Instagram y acá está. Voy a compartir con ustedes algo con lo que me enfrenté recientemente. Por lo general se nos enseña que como artistas, debemos de vernos y oírnos “espectaculares” y por supuesto que es cierto, sin embargo, esto a veces nos lleva al límite de no valorar y apreciar otra parte de nosotros: “nuestros defectos”. Déjame explicarme.
Hace unos dos años estuve viviendo una etapa en la que quería que todo lo que viesen de mí fuera “fortaleza”. Tanto así que yo misma empecé a desechar y hasta detestar, las cosas que yo consideraba eran mis debilidades. Créeme, llegué hasta este extremo: no me gustaba absolutamente nada de lo que oía en mi voz y lo único que escuchaba de ella eran errores. Como saben, si no disfrutamos de lo que hacemos y de quienes somos, la vida se vuelve un caos. Así que, tuve que tomar acciones al respecto.
Te cuento esto para que veas que yo también he estado allí. Muchos me recalcan la seguridad que transmito en el escenario y aunque sé que es cierto, incluso yo, lidio con miedos e inseguridades. Mi hermana hace poco me preguntó incrédula: ¿vos de verdad sentís miedo? ¿de verdad te sientes insegura? He aprendido que no tiene nada de malo sentir todo ello, lo importante es cómo lo enfrento.
Este mes, tuve la dicha de ser becada para participar de unas clases maestras con Sherill Milnes. Para quienes no lo saben, él es una de las pocas leyendas que aún viven de la ópera. El estándar de lo que los participantes presentan en clases de este tipo, son piezas bastante logradas. Sin embargo, cuando llegó el momento de decidir sobre lo que iba a cantar, opté esta vez por algo distinto. Quise presentar arias que nunca he trabajado con nadie, por una sola razón: debía de aprovechar al máximo la hora de atención que me iba a brindar este maestro, para que me indicara qué debo trabajar.
Decidí ignorar mi orgullo, porque sabía que haciendo esto, iba a exponer por completo mis errores, exponerme frente al maestro y al público que asistiría de oyente. La tentación por lo general, tiende a decirte: ¡presenta lo mejor que tienes, arrasa con todo, lúcete! Esta no sería la primera vez que escojo lo opuesto.
Creo que ya les he comentado que Rosina ha sido un rol que siempre he querido cantar. Cuando empecé a estudiarla me di cuenta que estaba por completo perdida. En ese tiempo llegó una mezzosoprano italiana al país y me invitaron para participar en una clase con ella, una clase también abierta. Esta fue la primera vez en que decidí ignorar mi orgullo y llevar el aria: “Una voce poco fa”. Estaba fatalmente cantada, pero mi intención ese día, era obtener las herramientas para abordar ese papel. Gracias a esta decisión obtuve la claridad de cómo aproximarme al rol. Lo he estado trabajando sola y en el proceso he descubierto y conocido cosas maravillosas de mi voz.
Más adelante, ese mismo año, la Compañía Lírica me invitó a participar del I Recital de Mezzosopranos. Esta fue una plataforma perfecta para exponer por primera vez la otra aria de Rosina: “Contro un cor che accede”. Esta aria, junto a “Smanie Implacable” de Dorabella y una aria de la ópera “The Ballad of Baby Doe” (que empecé a estudiar recientemente), fueron las que presenté en mi lista, al maestro Sherrill Milnes.
El maestro Sherill se sorprendió y reconoció mi trabajo al saber que la pieza contemporánea en inglés, la había estado trabajando por mi propia cuenta, sin apoyo alguno. Esto fue un regalo para mí, fue hermoso que reconocieran mi esfuerzo y darme cuenta que voy trabajando bien.
A veces olvidamos que existen horizontes, más allá de lo que nuestra vista alcanza. A veces preferimos quedarnos en nuestra zona de confort por temor a exponernos, por temor a fallar, pero equivocarse es importante. Escuché de un fotógrafo decir, hace poco, que el error es un maestro, nos enseña y es la forma en la que deberíamos trabajar siempre. Si no tomase la decisión de trabajar con el error, no crecería, ni descubriría las cosas maravillosas de las que soy capaz. Esta ha sido una verdad también para mí, ¿qué me dices de ti?
He aprendido que si estoy en paz con todo lo que soy, incluso mis errores, no va a importarme mostrarme y exponerme como lo que soy: una cantante, pero sobre todo un ser humano. Un ser humano que se equivoca y tiene mucho que aprender. Haciendo esto también refuerzo algo más: no ponerme por encima de nada, ni de nadie.